Hoy he desempolvado el kayak tras más de dos años en dique seco, no por reparaciones de la nave sino del palista. Pelillos a la mar.
Empezamos remando suavemente desde la cala contigua al Camping Pantano del Burguillo en el km 16,5 de la AV-902 , ya que tiene un cómodo acceso al agua y está a una distancia seductora de nuestro destino.
Estamos en la Reserva Natural del Valle de Iruelas, últimas estribaciones de Gredos.
La rutilla es muy simple, ida y vuelta con 9,8 Km de navegación y pese a ello sirve, con mucho, para desconectar del mundanal ruido.
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El Pantano lleva su propia estadística y traza una rayita por cada sorbo que le quitan. |
Nuestro objetivo es remontar la cola del pantano para saludar al Alberche que reposa bajo rocas y gravas su agotado cauce de verano. Esto lo suele hacer tras el puente del Rincón.
El recorrido se desliza sobre el amplio valle de Navaluenga, y el único contratiempo que se presenta hoy son algunas rachas de viento que hacen balancear al kayak y rehusar en su trayectoria. Es fascinante ver los dibujos que el viento se inventa sobre la superficie del agua.
Desde nuestra butaca flotante observamos varias viviendas a orillas del pantano, privilegiadas por su situación algunas se aprovechan como embarcaderos para alquiler de piraguas y escuela de vela, y a medida que nos adentramos aguas arriba la presencia humana va desapareciendo, dando tregua a la naturaleza que se manifiesta con sosiego y paz, enturbiada a veces por el zumbido de los vehículos cuando la carretera se aproxima al pantano.
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Con tanto Sol necesitamos resguardarnos en las sombras de los árboles y comer un poco. |
El cauce se va encajando en varias revueltas, y la superficie del agua se espeja en grandes remansos a cubierto de los vientos. Solo las dorsales de las carpas arañan la superficie y sus fuertes chapoteos salpican de ruido el silencioso pantano. De repente una carpa, hambrienta de insectos se aproxima veloz hacia mi kayak largo rato inmóvil, lleva la boca abierta y avanza frenéticamente hasta darse cuenta de que la observo. ¡Zas! Viraje, salto e inmersión, todo en menos de un segundo. Lástima de no haber llevado la cámara a mano.
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En este grupo escultórico la Naturaleza empleó millones de años, pero mereció la pena. |
Seguimos zigzaguendo de una orilla a otra, aprovechando las calas que forman los arroyos al desembocar en el pantano. En estos entrantes, a resguardo de vientos y curiosos, las avecillas se relajan buscando alimento, también lo hacen garzas, patos silvestres, anfibios, etc siendo estos rincones propicios a la observación.
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Rocas zambulléndose sigilosas al acecho de confiados kayakistas |
Dos garzas escudriñan con su pico las orillas del pantano y la elegancia de sus movimientos se pierde al oírlas graznar con voz áspera y ronca , las lavanderas saltan de roca en roca sin mojarse, su trinar es dulce y melodioso, y tras un recodo nos topamos con un águila perdicera, pero no estoy seguro de su identificación, lo que si pude observar es cómo daba cuenta de una carpa bien rebañada y de buen tamaño.
Me aproximé lentamente, a tan solo 8 metros del festín, me lanzó una mirada y sin aspavientos remontó el vuelo con cierta indiferencia, al fin y a la postre ya había comido.
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Esta rapaz busca la rama de su pinar para reposar la comida recién servida |
Finalmente percibimos un ruido cada vez más intenso, ruido de torrente y nuestra navegación se vislumbra impracticable tras un horizonte de rocas aborregadas entre las que se adivinan las aguas del Alberche fluyendo por debajo. Y así fue, final de nuestro trayecto, solo quedaba darse la vuelta y volver por donde habíamos venido, por un pequeño paraíso.
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A la vuelta de este recodo El Alberche se escucha cantarín entre sus últimos rápidos. |
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Roca granítica saliendo a tomar el sol |
Resumen: Javier Sánchez
Fotografías: Eva Sánchez
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Éstas, mas viejas y astutas se arremolinan a la sombra |